REALISMO NATURALISMO Y MODERNISMO


El realismo
A mediados del siglo XIX, luego de años de luchas y triunfos, el movimiento romántico europeo había llegado a un punto de agotamiento: la cultura burguesa había impuesto sus pautas en la sociedad de la época; la Revolución Industrial había generado el proletariado urbano; el positivismo aparecía como la doctrina filosófica del progreso, los avances científicos y las transformaciones sociales; los escritores comenzaban a producir sus obras con una nueva estética: el Realismo.
El realismo literario comenzó en Francia con las novelas de Gustave Flaubert. Surgió como reacción frente al romanticismo, suponiendo el fin de la actitud subjetiva y evasora de los románticos ante su entorno. Los escritores realistas se propusieron reflejar el medio como ellos lo veían y no ocuparse de hechos y personajes idealizados: la realidad social, con sus problemas y sus expectativas, describir el comportamiento humano y su entorno y la representación de figuras y objetos tal y como actúan o aparecen en la vida cotidiana, pasaron a ser los objetos centrales de la obra literaria, de modo que la perspectiva del “yo” romántico quedó sustituida por la exposición impersonal y objetiva de los hechos, con fuertes rasgos del determinismo biológico y social. En efecto, el escritor realista adoptó ante la realidad la actitud objetiva propia del cronista: ambientes, conflictos y personajes fueron minuciosamente observados, descritos y analizados.
El lenguaje fue uno de los elementos mejor manejados por el escritor realista. Su afán de objetividad se tradujo en un estilo sobrio y eficaz, de gran precisión. Además, el propósito de reflejar la realidad tal como es lo llevó a reproducir el habla coloquial en todas sus variedades tanto sociales como regionales.
Por otra parte, para dar cuenta de la nueva realidad literaria, y conservando al mismo tiempo la distancia objetiva y el compromiso con la denuncia, los escritores realistas introdujeron el estilo indirecto libre, a modo de voz intermedia entre el discurso directo que el autor coloca en boca del personaje y el discurso indirecto que el autor utiliza para relatar en tercera persona lo que piensa o habla el personaje. El uso de este nuevo recurso permitió a los realistas (y luego a los naturalistas) incorporar en su escritura momentos de introspección de los personajes y reflexiones convincentes sobre sus actitudes y limitaciones, sin abandonar el tono objetivo y la óptica analítica de su escritura.
El género literario que mejor se adaptaba a las expectativas del movimiento realista fue la novela, porque, por un lado, su extensión permitía la representación detallada, totalizadora de la realidad en sus varios aspectos y dimensiones y, por otro, ofrecía la posibilidad de presentar el mundo y las relaciones sociales desde el prisma de un narrador omnisciente, capacitado para abarcar desde su perspectiva todos los aspectos de la realidad.
El propósito de captar casi fotográficamente la realidad hizo que los novelistas prefirieran los temas cotidianos y locales y que utilizaran una técnica narrativa verista, caracterizada, entre otros rasgos, por la descripción minuciosa de personajes y ambientes, el gusto por el detalle, el análisis de la psicología de los personajes y la reproducción del habla cotidiana.
La representación objetiva de la realidad no excluyó el propósito didáctico de crítica social que animó a la mayoría de los novelistas del Realismo, quienes analizaron con espíritu crítico los problemas de los distintos estratos de la sociedad.
En resumen, las principales características del realismo fueron:
El propósito de mostrar la realidad de manera objetiva;
La descripción de distintos medios y clases sociales;
La crítica social a través de la pintura de situaciones y caracteres;
La introspección psicológica de los personajes;
La importancia del ambiente sobre el carácter de los individuos;
La localización de la obra en un entorno cercano al autor (urbano, rural, etc.)
La utilización de distintas hablas según el estrato social de los personajes;
La introducción del estilo indirecto libre.
El Naturalismo
De la misma línea de objetividad realista surge el Naturalismo. Éste apareció por primera vez en las obras de los escritores franceses Edmond Huot de Goncourt, su hermano Jules Huot de Goncourt y Émile Zola, en cuyo ensayo La novela experimental (1880) expuso su teoría del naturalismo literario, según la cual la composición literaria debe basarse en una representación objetiva y empírica del ser humano, diferenciándose del realismo en que incorpora una actitud amoral en la representación objetiva de la vida. Los escritores naturalistas consideraron entonces, que el instinto, la emoción o las condiciones sociales y económicas rigen la conducta humana, rechazando el libre albedrío y adoptando en gran medida el determinismo biológico de Charles Darwin y el económico de Karl Marx.
Este movimiento se concentró en los estratos más bajos de la sociedad, acentuó en los personajes las marcas del determinismo biológico y profundizó la denuncia social sobre las condiciones de vida de esos estratos.
Los escritores naturalistas, influidos por el positivismo y el interés creciente por la sociología, lo que incorporaron al realismo fue un “toque científico”: consideraron que la realidad es un gran laboratorio en el que realizaban sus observaciones sobre la naturaleza humana y sobre la sociedad, las cuales fueron el material constitutivo de su literatura.
Los principales rasgos del naturalismo se basaron, entonces, en la profundización y sectorialización de las características del realismo:
La pintura de los estratos más bajos de la sociedad;
La concepción determinista de la existencia (el origen genético y social determinan la conducta de los individuos);
La observación y el registro directo de las situaciones y personajes que se describen;
La voluntad explícita de denuncia y de transformación social.
Con el realismo y el naturalismo, los héroes literarios románticos, siempre exaltados por la pasión o deprimidos por la tristeza, dieron paso a la mujer y al hombre común presentados en sus grandezas y en sus miserias como juguetes del destino: enfrentados a su falta de oportunidades y de poder, su mediocridad, las marcas de su origen o la mala suerte, poco podían hacer, salvo, a veces, recurrir a picardías engañosas o sublimar sus destinos con momentos de dolorosa redención.
En Sudamérica, la aparición del realismo y su variante naturalista (en una corriente que buscó sobre todo analizar los problemas étnicos y sociales a través de la conducta de los personajes) coincidió con el período de asentamiento institucional (esto es hacia 1880), y en la Argentina, con las oleadas inmigratorias y la puesta en práctica del modelo agroexportador.
En nuestro país, la narrativa realista se afianzó en las obras de Carlos María Ocantos, quien figura en la primera promoción de escritores adscritos al realismo y, en una colección de veinte volúmenes llamados Novelas argentinas, intentó una descripción de la sociedad de su tiempo, en la cual un núcleo fundacional criollo de estirpe hispánica resiste a la oleada corruptora de la inmigración.
Por otro lado, fue el escritor Eugenio Cambacérès el máximo representante del naturalismo en la Argentina, quien, inspirado en las ideas de Émile Zola, en la filosofía del positivismo y la teoría de la evolución, lo introdujo con obras como Sin rumbo (1885) o En la sangre (1887), a la que se adscribieron también Juan Antonio Argerich, Manuel T. Podestá y Francisco Sicardi (quien estudia la evolución de una familia argentina a través de varias generaciones, poniendo especial interés en la influencia del medio y de la herencia, para concluir que la sociedad sudamericana produce sujetos afectados de abulia, desorientación y tedio).
Durante la década de 1880, las manifestaciones iniciales de las escuelas realista y naturalista coexistieron con obras literarias románticas en las que el tono de exaltación combativa de los años del primer romanticismo había dado lugar a la segunda fase del movimiento, caracterizado por una escritura más serena e intimista.
El realismo como práctica de escritura y como intencionalidad estética continuó siendo el movimiento dominante de la literatura argentina durante las primeras décadas del siglo XX, solapándose con la renovación modernista.
El modernismo
La palabra modernista fue introducida en España hacia 1884 para designar despectivamente a los jóvenes que intentaron romper con la estética del Realismo, vigente durante la segunda mitad del siglo XIX. Por esta vía se introdujo el Modernismopara nombrar a una nueva corriente que enlazaba con las ideas posrománticas españolas, a la vez que incorporaba las concepciones estéticas que llegaban de América y de Francia.
En el panorama literario francés de la segunda mitad del siglo XIX surgieron dos corrientes, el Parnasianismo y el Simbolismo, que, con la propuesta de una renovación estética profunda (basada en la ruptura de las convenciones poéticas del momento), influyeron decisivamente en los postulados del Modernismo y de otros movimientos literarios del siglo XX. La síntesis entre el espíritu americanista y estas corrientes dio nacimiento al movimiento modernista:
El Parnasianismo, que reunió a poetas de tendencias diversas bajo el magisterio de Théophile Gautier. Todos ellos reaccionaron contra el subjetivismo romántico e instauraron una poesía de corte objetivo, caracterizada por la utilización de un léxico escogido. De esta corriente, el Modernismo tomó la noción de “el arte por el arte” y el gusto por lo refinado y por la perfección formal;
El Simbolismo iniciado por el poeta francés Paul Verlaine que fue, según el poeta griego Jean Moréas, una corriente “enemiga de lo didáctico, de lo declamatorio, de la falsa sensibilidad, de la descripción objetiva”; en suma, una corriente opuesta al realismo y al espíritu científico en boga. Los simbolistas concebían el universo como una realidad misteriosa, llena de correspondencias entre los objetos que lo componen. El papel del poeta es sugerir esas correspondencias por las que un objeto evoca a otro. El símbolo y la sinestesia se convirtieron entonces en los recursos más destacados de un arte subjetivo que persiguió sobre todo la musicalidad, el ritmo y el poder de evocación de las palabras. El simbolismo animó a los escritores a expresar sus ideas, sentimientos y valores mediante símbolos o de manera implícita, más que a través de afirmaciones directas. Los simbolistas rechazaron las tendencias anteriores del siglo (el romanticismo de Victor Hugo, el realismo de Gustave Flaubert o el naturalismo de Émile Zola) y proclamaron que la imaginación era el modo más auténtico de interpretar la realidad. Al mismo tiempo se alejaron de las rígidas normas de la versificación y de las imágenes poéticas empleadas por sus predecesores, los poetas parnasianos. Del Simbolismo, el Modernismo tomó el gusto por la música, lo que conllevó numerosas innovaciones métricas y la tendencia a incorporar símbolos, sinestesias y todo tipo de imágenes sensoriales.
El movimiento modernista en la lengua española tuvo un doble origen: en España, con Salvador Rueda (quien inició la ruptura del prosaísmo en la poesía realista, buscando una renovación métrica y reivindicando la imaginación y el sensualismo) y en Latinoamérica, donde se gestó un movimiento de renovación poética, que tuvo como figuras destacadas a José Martí y, sobre todo, al poeta nicaragüense Rubén Darío.
Aunque Rubén Darío no es considerado el creador del Modernismo sino más bien el exponente más visible del mismo y el principal impulsor de la renovación métrica que se produjo en esos años, la crítica ha tomado a 1888, año en que publica su libro Azul…, como fecha de iniciación del movimiento, y a 1896 (año de publicación de Prosas profanas) como la fecha de su consolidación.
Cabe señalar que era la primera vez que un movimiento literario de habla hispana surgía en América e iba hacia España, donde triunfaría como nueva estética.
El movimiento modernista se destacó sobre todo por la búsqueda de una belleza absoluta como medio de huir de la realidad cotidiana, característica que marcó sus rasgos más notorios:
Los escritores modernistas mostraron un culto por la belleza formal (tomaron como símbolo de belleza al cisne) que los condujo a investigar nuevas formas de expresión, tanto en poesía como en prosa;
Los autores escribieron con un fin exclusivamente estético;
La ruptura de lo cotidiano se resolvió con la búsqueda de lo irreal y lo exótico: las princesas, las hadas, los cisnes, la evocación de tiempos pasados son frecuentes en la literatura modernista;
Las obras contienen frecuentes alusiones a la música y a los colores, buscando crear impresiones sensoriales.
Además, el ideal de belleza absoluta de los modernistas procuró grandes innovaciones en la lengua literaria:
La métrica experimentó una notable renovación, ya que adaptaron al castellano los ritmos latinos y las formas métricas francesas, a la vez que revitalizaron estrofas que habían caído en desuso, como la cuaderna vía, e inventaron variaciones sobre formas métricas establecidas como sonetos de trece versos y cuartetos de versos alejandrinos.
Las palabras se seleccionaron por su exotismo, su capacidad de evocación o sus cualidades rítmicas, evitando siempre lo vulgar;
Se recurrió con frecuencia a la sinestesia como medio de despertar impresiones sensoriales.
Entonces, las principales características del modernismo pueden resumirse en:
La reacción contra el subjetivismo exagerado de la estética romántica y la objetividad del realismo;
La combinación innovadora de elementos parnasianos y simbolistas;
La literatura aristocrática: Visión estetizante/decadente de la realidad;
La renovación del lenguaje poético: importancia del trabajo sobre la palabra, búsqueda de la perfección formal y la musicalidad, predominio de imágenes sensoriales, uso frecuente de la sinestesia como recurso poético, innovaciones métricas, creación de espacios poéticos exóticos;
Exaltación del americanismo.
En la década de 1890 Rubén Darío se instaló en Buenos Aires, ya como líder indiscutido del movimiento modernista. En esta época, la Argentina se había integrado a la división internacional del trabajo como exportadora de materias primas.
En Buenos Aires, Darío conoce a su principal seguidor, Leopoldo Lugones. En torno a ellos se reunieron modernistas de diverso origen, como Ricardo Jaimes Freyre, Eugenio Díaz Romero, Leopoldo Díaz y Luis Berisso. La prosa modernista se manifestó en las novelas de Enrique Larreta, Ángel de Estrada y los comienzos del uruguayo Horacio Quiroga, afincado en Argentina, en caso similar al de su paisano Florencio Sánchez, (primer nombre relevante del teatro nacional).
La literatura modernista en la Argentina coincidió también con las luchas finales por la obtención el voto universal, secreto y obligatorio para todos los ciudadanos (varones) y con el primer gobierno del radical Hipólito Irigoyen, elegido presidente en 1916 como resultado de la aplicación de dicha ley.
Agotado como estética hacia 1920, el modernismo da paso al postmodernismo/ neorromanticismo de Alfonsina Storni, a la poesía de Carriego y al “sencillismo” de Baldomero Fernández Romero.

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