EL FACUNDO
EL FACUNDO.
Contexto histórico
Eran los tiempos de Rosas, en los cuales el Estado y la nación eran temas de debate, todavía más, eran cuestión de violencia y enfrentamiento. Unitarios y federales se habían disputado el futuro de las Provincias Unidas del Río de la Plata, contraponiendo ideologías políticas y económicas. Con la provincia de Buenos Aires a la cabeza, los primeros defendían la creación de un gobierno central, el monopolio de la aduana bonaerense, y la regulación y control de la navegación de los ríos; en oposición, se encuadraban la mayoría de las provincias del interior, que adherían a la conformación del gobierno nacional, pero manteniendo autonomía para los gobiernos provinciales y, además, reclamaban un reparto cooperativo de las ganancias del puerto porteño y la libre navegación fluvial.
Juan Manuel de Rosas emergió como principal caudillo del frente federal, tras derrotar a Lavalle en 1829 y ser proclamado por la legislatura porteña como gobernador de Buenos Aires, otorgándole, además, las facultades extraordinarias y nombrándolo “Restaurador de las leyes y las instituciones”. Desde su gobierno y liderazgo del bando federal, se encargó de dar cierta estabilidad y orden a la situación de las provincias del Plata, pero con el alto precio de posponer la sanción de la constitución, un estancamiento económico en toda la región, y el hecho de mantener abierta la vieja división en dos frentes, que impedía la creación de un Estado nacional.
Sarmiento, exiliado en Chile e integrante de la Generación del 37, emprendió con su pluma una batalla dura contra el gobernador Rosas. El Facundo fue escrito de manera presurosa, presentado al público chileno en el periódico El Progreso de Santiago, en formato de folletín diario en 1845. Civilización y Barbarie acompañó el título de la primera publicación, y fue el eje argumentativo de toda la narración. Esta disyuntiva entre mundos opuestos es significativa en la literatura dentro del romanticismo, en el cual se encuadran Sarmiento y sus compañeros de generación. Se trata de un movimiento combativo, un ideario político en la Argentina. Estos jóvenes románticos consideraban que sus principios eran el mejor camino para organizar la nación. El mundo civilizado se opone a la barbarie en las pampas, pero también ambos mundos se entrelazan en una contienda sin resolución.
En el Facundo se narra la vida de Quiroga y se desarrolla, con anécdotas y ejemplos fundamentados, un análisis pormenorizado de lo que la barbarie es en los pueblos. Al mismo tiempo, es una radiografía de la vida orgánica de la nación, de las tensiones entre civilización y barbarie, como también de sus causas y consecuencias. Sarmiento denuncia con estilo propio, en un texto narrativo y descriptivo, las consecuencias del régimen rosista, a través de la vida de Facundo.
La idea central del Facundo: civilización y barbarie
Si tenemos que responder con rapidez cuál es el tema central del Facundo, la respuesta inmediata que surge es la vida de Juan Facundo Quiroga. Sin embargo, para quienes han abordado el texto, es inevitable observar que el libro no se trata tan solo de la biografía del caudillo riojano. Ni bien inicia la narración, Sarmiento (1845) señala su objetivo diciendo:
«Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado a este otro molde, más acabado, más perfecto; y lo que en él era sólo instinto, iniciación, tendencia, convirtióse en Rosas en sistema, efecto y fin.» (p. 5)
La analogía que plantea entre Quiroga y Rosas, presentando a uno como continuidad política e histórica del otro, muestra algo que será eje argumentativo permanente en el resto del relato. La vida del antiguo jefe de montoneras riojanas será la viva expresión de lo que sucede y les sucedió a las provincias del Plata, y esa analogía inicial se multiplicará en diferentes aspectos. Es una comparación para fundamentar su posición ideológica, que no solo se manifiesta en Quiroga y Rosas, sino también en la contraposición de realidades sociales, económicas y geográficas para explicar la realidad argentina.
La analogía se convierte en herramienta principal del autor en la estructura del texto, porque atiende la necesidad de cumplir con el objetivo primario de la obra, que no es otro que debatir sobre los conceptos de civilización y barbarie, y desde ese debate denunciar el atraso que significa el régimen rosista según su perspectiva. Sarmiento hace uso de este instrumento mostrando su envidiable cualidad de gran lector, y justifica factores incidentes en la realidad, dando citas con ejemplos de las analogías que confecciona. Tal como sostiene Ricardo Piglia (2012):
«Si Sarmiento se excede en su pasión, un poco salvaje, por la cultura, es porque para él conocer es comparar. Todo adquiere sentido si es posible reconstruir las analogías entre lo que se quiere explicar y otra cosa que ya está juzgada y escrita. Para Sarmiento saber es descifrar el secreto de las analogías: la semejanza es la forma misteriosa, invisible que hace visible el sentido.» (p. 99)
De este modo, Piglia (2012) nos señala que el sentido detrás de las comparaciones es lo que genera el conocimiento en el pensamiento de Sarmiento. Presenta realidades de tierras lejanas, casi siempre de Oriente, donde el trasfondo está en lo cultural. Estos ejemplos que usa para analizar las pampas criollas son de tierras que la ideología liberal ha estudiado y definido como bárbaras, donde el liberalismo y la civilización se han expandido con las formas coloniales. El autor apela a la comparación como herramienta para juzgar y sentenciar. A partir de allí construye el fundamento de su ideología o, mejor dicho, da una base a la defensa de la doctrina que enarbola, que es la del mundo civilizado y europeo al que la Argentina debería aspirar para seguir por el camino del progreso.
En el capítulo 1, que se titula “Aspecto físico de la República Argentina y caracteres, hábitos e ideas que engendra”, desarrolla un análisis sobre las características geográficas de la Argentina y sentencia su famosa frase, donde culpa a la extensión como gran mal del país. Son las llanuras, la soledad que proveen al hombre y la vida peligrosa que encierran, lo que marca la necesidad de caudillaje y gobierno fuerte de un solo hombre. En una analogía con Asia, entre las pampas y las llanuras entre el Éufrates y el Tigris, y entre los habitantes de estas y aquellas, Sarmiento (1845) escribe:
«Es el capataz un caudillo, como en Asia, el jefe de la caravana: necesítase, para este destino, una voluntad de hierro, un carácter arrojado hasta la temeridad, para contener la audacia y turbulencia de los filibusteros de tierra, que ha de gobernar y dominar él solo, en el desamparo del desierto.» (pp. 31-32)
La comparación viene a sentenciar el espíritu del hombre que habita la Argentina y desarrolla en el resto del capítulo, cómo lo inhóspito y hostil del territorio son determinantes en el pensamiento de los pueblos. El estudio que hace el escritor permanece en toda la narración del libro y gira sobre los polos antes mencionados: civilización y barbarie. La barbarie anida en las tierras que ponen a prueba al ser humano y es la civilización la que debe transformar esas costumbres arraigadas tras varias décadas de guerras intestinas y sangrientas.
Sarmiento y el estilo de su pluma
El romanticismo se consolidó en Europa para la década de 1830 y se presentó como una forma de expresión política y artística de la burguesía. En el Río de la Plata, este movimiento coexistió con las guerras intestinas y la organización nacional. Varios escritores de este período son nombres notables de la literatura nacional. Menciónese entre quienes pertenecen al primer romanticismo que se extiende desde el año 1830 hasta 1860, aproximadamente, a Esteban Echeverría, José Mármol, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, José María Paz, Hilario Ascasubi, Juana Manso, Vicente Fidel López, Bartolomé Mitre. Al respecto, Lucila Pagliai (2014) señala:
«En la Argentina, la literatura del período de la anarquía primero y de la organización e institucionalización después, encontró en el Romanticismo su forma natural de expresión. Para mantener la ecuación europea en relación con la doctrina (apelación al paisaje local, exaltación de los sentimientos y transmisión encendida de los deseos de libertad), los románticos argentinos se vieron ante el desafío de trasladar al interior de su escritura la realidad del propio contexto: igual pasión y rebeldía que los maestros europeos; diferente geografía, diferente cultura, diferente problemática, diferente lengua para expresarlas.» (p. 29)
Las diferencias de cultura, problemática y lengua a las que se refiere Pagliai, entre europeos y argentinos, hicieron que se configurara un tema central a abordar por el romanticismo, que gira en torno a la ciudad y la campaña, o lo que se ve en Sarmiento, civilización y barbarie. La literatura se transformó, así, en portadora de un ideario político que en el caso del Facundo tiene uno de sus mayores exponentes.
En ese marco, Juan Manuel de Rosas es el caudillo que se encuentra a las antípodas del modelo político propuesto por Sarmiento. Pero el escritor nacido en San Juan tiene un estilo propio y característico. La pluma y la palabra fueron el arma a empuñar para combatir aquello que se oponía a la construcción de la nación, en términos de liberalismo y progreso. Allí es donde aparecen elementos importantes que definieron su estilo: descripción y narración. Siguiendo el estudio de Sandra Contreras (2012), estas dos formas se diferencian claramente. La descripción es una forma que no se emparenta con el progreso, sino más bien con una forma contemplativa de la realidad. Tiene que ver con un estado de situación, donde no hay dinamismo. Este punto parece contradictorio, pues en la escritura de la biografía de Quiroga, Sarmiento usa la descripción, aunque lo hace como medio para analizar las relaciones de lucha entre civilización y barbarie en las pampas.
Por otra parte, Contreras (2012) sostiene que la narración tiene en su utilización una dialéctica con la descripción y, al mismo tiempo, busca acercarse a un nuevo público que son los lectores de periódicos de la ciudad. Hay una atracción hacia la masa, en tanto esta se concibe como portadora de un movimiento. Hacemos referencia a la masa tal como es pensada y tematizada en la obra, la cual se entiende en el pensamiento de Sarmiento desde dos perspectivas. Una en forma irracional, guiada y absorbida por las ideas de un caudillo como Rosas; o, por el contrario, por la razón que señala el camino a las masas de naciones que van hacia el progreso como el caso de la estadounidense. Sandra Contreras (2012) explica:
«Más de una vez en el Facundo, Sarmiento se excusa por la proliferación de los relatos «horrorosos», y siente la necesidad de aclarar que si la barbarie exige la inscripción pormenorizada del detalle («Da asco y vergüenza tener que descender a estos pormenores, indignos de ser recordados. ¿Pero qué remedio?»), al mismo tiempo es lo que, en su exceso, la escritura se ve obligada a omitir («No me detengo en estos pormenores a designio. ¡Cuántas páginas omito! ¡Cuántas iniquidades comprobadas y de todos sabidas callo?»).» (p. 81)
Sarmiento conjuga en su obra la excelencia como escritor con la búsqueda de acercarse a ese nuevo y numeroso público. Reniega en más de una ocasión de tener que adoptar descripciones detallistas que son consideradas vulgares por él y los de su generación, todos ellos miembros de una elite letrada y culta. Pero el escritor tiene el objetivo de difundir sus ideas y no duda en apelar a esos recursos, los cuales le provee la narración y descripción, para acercarse a un lector masivo y nuevo.
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